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CONECTIVIDAD Y METAVERSO

De la pandemia a la guerra

Estábamos pensando que, con el Covid 19 que parece ir disminuyendo su letalidad, después de la pandemia, se podía regresar a una «normalidad» más o menos conocida. Pero nos encontramos con un hecho lamentable, cuyo impacto dejará huella en el mundo, la invasión de Rusia a Ucrania. Los altos costos -humanos en primer lugar- se sentirán en lo social, económico y político.

Hay un enfrentamiento, un conflicto, una competencia entre dos grupos y se desarrolla con una violencia que creíamos superada en este Siglo. Se suele competir por diversos motivos, por ejemplo, por recursos escasos. Lo que resulta incomprensible es la violencia y agresividad que vemos. La competencia -no la violencia- es parte de la vida misma, como también debe serlo -y lo es- la cooperación.

Los efectos son globales. Impresionan las imágenes que llegan desde el teatro de operaciones y los cambios en el conflicto se reflejan en algunos mercados, particularmente, en el de la energía. El petróleo en estos días ha explorado máximos cercanos al histórico; el precio del gas licuado se multiplicó por 7 o más (Argentina es comprador de unos 70 barcos en invierno y pagó U$S 8 el millón de BTU el pasado 2021 lo que hoy se cotiza por encima de U$S 50).

De la crisis actual se ha de salir y muy probablemente tendremos una nueva reconfiguración en el mundo, del que somos parte.

En este escenario estamos y nuestras actividades, en particular las que desarrollamos en pos de la accesibilidad a internet, adquieren creciente importancia. En tanto la digitalización opera como un impulsor de las actividades económicas y contribuye a la resiliencia en lo económico, lo social y lo institucional. Tenemos herramientas facilitadoras para la enorme tarea del por venir.

Se trabaja por accesos con alta disponibilidad, seguros y rápidos para contribuir al crecimiento socio-económico y en ello hay coincidencia generalizada. Una importante cantidad de trabajadores actuales opinan que buenos accesos a internet (rápidos, seguros y confiables) resultan fundamentales para el crecimiento económico, para educarse e informarse. Los dos pasados años en pandemia resultan una evidencia de ello.

Hoy la obligada y acelerada digitalización del 2020 se ha incorporado en nuestro quehacer cotidiano. Nos aferramos a lo digital como a un salvavidas y ahora lo mantenemos naturalmente por los beneficios que nos acercó la digitalización; llegó para quedarse (hoy los 5000 millones de usuarios globales de internet pasan conectados unas 6 horas / día).

Los cambios de hábitos y las adaptaciones que hicimos cuando llegó el Covid 19 -y con él los confinamientos- encontraron en la internet y en diversas plataformas digitales herramientas de gran utilidad, en un tiempo de emergencia sanitaria para las personas y para las organizaciones de todo tipo y en todo el mundo.

En los próximos años veremos una creciente utilización de lo virtual y de la realidad aumentada en la continuidad de la creciente digitalización del comercio, del trabajo, del estudio, del entretenimiento y de más y más actividades.

El uso de la realidad virtual (VR) y de la realidad aumentada (VA) resultan particularmente útiles en la simulación de procesos y en la optimización de diseños. Asimismo, colaboran en mejores experiencias de los usuarios/consumidores.

En esta línea se dá el siguiente paso de internet, con experiencias más agradables (y quizás más rentables para las empresas) donde el universo virtual está más unido al universo físico con un creciente número y variedad de dispositivos «on line». 

Este entorno virtual, donde las experiencias se tratan de acercar a lo real y de ser «inmersivas» han dejado de estar sólo en juegos y suman actividades como conciertos y espectáculos (el Super Bowl 2022, para citar un ejemplo reciente), para facilitar y enriquecer estudios, para viajar, trabajar,… 

Mark Zuckerberg ha realizado en esto, a fines del 2021, una apuesta fuerte: el Metaverso. También cambió el nombre de su muy conocida Facebook por el de Meta Platforms o, sencillamente, Meta.

El concepto no es nuevo; hace tres décadas el escritor Neal Stephenson en la novela Snow Crash nos habla de un mundo virtual que denomina «Metaverso». La pretensión de Zuckerberg y otras (personas y empresas) sería dar un salto en las experiencias por internet, donde la inmersión en la realidad virtual (VR) y la realidad aumentada (VA) nos proyectan nuevos mundos digitales.

El despliegue de él/los Metaverso/s necesita/n una robusta infraestructura. Si nos enfocamos en el ancho de banda tenemos que tener presente que los entornos de realidad virtual demandan accesos de más de 100 Mb/s. Otros aspectos como el almacenamiento o la capacidad de cómputo los dejamos por ahora de lado, pero también juegan roles relevantes.

De nuevo el foco en nuestro cotidiano trabajo: accesos de más de 100 Mb/s hoy los podemos proveer, como lo estamos haciendo, mediante el desarrollo generalizado de redes de fibra óptica. Por ahora, sin fibra óptica no se logran los desempeños necesarios para buenas experiencias virtuales en tiempo real y cuanto más complejas sean las plataformas y los procesos mayor demanda de ancho de banda, mayor estabilidad y mayor exigencia de disponibilidad y seguridad.

Seguramente, ha de llevar algunos años (¿10?) que estos entornos inmersivos se generalicen y para ello es esperable que se renueve el trabajo colaborativo y cooperativo de la internet. Algunas empresas ya avanzan con sus proyectos y a Meta le podemos agregar Microsoft (por sólo citar uno de los ejemplos más conocidos, de los varios existentes).

Tenemos trabajo por delante. Podemos ver -de manera optimista- la oportunidad de usar estos nuevos universos digitales para la búsqueda y construcción de «metaversos» con mayor accesibilidad, equidad, inclusión y valores tanto individuales como colectivos. Desafíos en los universos virtuales y, muy particularmente, en el mundo real.

Ing. Luis Constanzo

Asesor de Cooperativas y management

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